UN BREVE, TRISTE Y PREOCUPANTE RELATO RARAMURI
Por: Paco Gómez. 10 de agosto del 2010
Llegó a esta ciudad en los últimos minutos del pasado domingo, procedente de la sierra. Su figura y lenguaje corporal eran patéticos, y combinaban a la perfección con su estado de ánimo.
Liberada del control de la Koyera, su cabellera larga y oscura parecía más rebelde que de costumbre. Se alisó la Napatza, dio dos o tres vueltas a la faja de fina lana que rodeaba su cintura, y disimuladamente, se acomodó la Tagora, que amenazaba con caer por debajo de las corvas. Las correas de sus huaraches de tres agujeros estaban sueltas, y amenazaban con hacerlo rodar por el suelo en cualquier momento.
El retorno había sido incómodo y estresante.
El Siriame de la tribu le encomendó esta difícil misión, a sabiendas de que se encontraba diezmado después de las dos batallas que había librado aquí, en su territorio.
Su rostro denotaba a leguas las huellas de las tres contiendas que había librado entre los pinos y los encinos que conforman el espectacular paisaje de la Esmeralda de la Sierra.
En la primera refriega estaba en desventaja, pero la Dutuburi dio resultado, y después de la obligada tregua, sacó fuerzas de flaqueza y angustiosamente, ante el delirio de sus Maynates, levantó los brazos para festejar el en triunfo.
Al día siguiente, su estrategia estaba dando resultados, pero cuando todo parecía indicar que tenía en un puño a su enemigo, no pudo sostener el ritmo del combate y acabó mordiendo el polvo.
Sediento de venganza enfrentó por tercera vez a su aguerrido oponente, pero ya muy poco pudo hacer. Su cuerpo y su espíritu ya estaban muy disminuidos por el cansancio - pero sobre todo por la vigilia-, y ya no le respondieron, siendo vapuleado de fea manera, en una lucha en la que la victoria estuvo siempre de un solo lado. Hasta llegó a pensar que era víctima de algún Sukurúame, de esos que nunca faltan.
Ahora, nuevamente en su tierra, velará sus armas, tratará de recuperar el vigor perdido bajo los cuidados de los Owirames, se encomendará a Onoruame, y un día antes de la batalla decisiva, en medio de la tesguinada y después de escuchar el Nawésari del Siriame, le pedirá que le haga efectivo el apoyo que hasta ahora le ha escamoteado.
Además, él se ha hecho una promesa a si mismo: si sus enemigos lo derrotan nuevamente aquí, en sus dominios, mejor se dedicará a practicar Rarajípari.
Y él siempre cumple sus promesas.
Arioshiba.
Vocabulario Rarámuri.
Koyera: cinta o banda para el pelo.
Napatza: camisa larga de manta burda o de lana.
Tagora: calzón o zapeta.
Siriame: gobernador, máxima autoridad.
Dutuburi: danza para que llueva.
Maynates: cantores y rezanderos. En este caso, la porra.
Sukurúame: encargado de hacer el mal. Chaman.
Owirames: sanadores. Guías espirituales.
Onoruame: dios principal de los Rarámuris.
Nawésari: sermón.
Rarajípari: carrera que consiste en perseguir y patear una bola de madera durante horas y horas. Es decir, disciplina deportiva que se practica con las patas.
Arioshiba: adiós. En este caso, hasta la próxima.