PITAGORAS Y SU PLEITO ETERNO CON LA ASOCIACION ESTATAL DE BEISBOL.
Por: Paco Gómez 27 de Julio del 2010
El beisbol es tan especial que su historia se escribe con números.
Una vez que ha caído el último out y se han apagado las candilejas, todo lo que queda de un partido de beisbol, bueno o malo, son los fríos y reveladores números. Los relatos románticos y las anécdotas podrán, tal vez, bosquejar el perfil de tal o cual pelotero, pero las estadísticas en cambio, lo pintan de cuerpo entero.
En el beisbol llanero es muy común que se cometan dos errores: mandar al peor fildeador a cubrir el jardín derecho, donde se supone hará menos daño, y confiarle el libro de anotación a alguien que nunca en su vida ha sabido lo que es portar una franela, o que de plano, es un improvisado en estos menesteres.
De los dos errores anteriores, el que mas daño le hace al buen beisbol es el segundo de ellos, y todo parece indicar que en Chihuahua, donde tenemos el campeonato estatal de mayor nivel de todo México, los directivos – locales y estatales, de ayer y de hoy – no se han dado cuenta de ello, y si ya lo hicieron, al parecer no les importa en lo mas mínimo.
Esto viene a cuento porque desde que sigo las incidencias del estatal – 25 años como simple aficionado y 19 mas como cronista deportivo - cada vez que termina un torneo la inconformidad es siempre la misma: los numeritos finales que da a conocer la Asociación Estatal no coinciden con los que ufanamente presentan los anotadores oficiales de cada una de las diez zonas, ante el desconsuelo de los peloteros.
Este problema es, desde mi muy personal punto de vista, muy sencillo y fácil de remediar.
Y aquí caemos nuevamente en el espinoso tema de la improvisación, porque si alguien nunca ha tratado de batear una recta de por lo menos 85 millas, o si nunca ha intentado parar un trallazo al cuadro, o bien, si nunca ha sabido lo que es recibir un pelotazo en las costillas o ha evitado el ser alcanzado por un corredor en una jugada alrededor de alguna de las almohadillas, que me perdone, pero no puede ser anotador oficial, por lo menos no puede ser un buen anotador oficial en un torneo en el cual se juega una pelota de excelente calidad.
Para nadie es un secreto que en las diez zonas que conforman la Asociación Estatal de Beisbol – salvo honrosas excepciones – el anotador oficial es una persona muy allegada a la directiva o al manejador en turno, muy disciplinada y dispuesta siempre a cumplir con otras encomiendas dentro y fuera del terreno de juego, aparte de cumplir con su labor de emborronar las hojas de anotación como Dios le da a entender.
Viene después la engorrosa tarea de hacer el resumen de cada partido, y si el anotador tiene algún tipo de compromiso con tal o cual pelotero, o simplemente se deja llevar por la parcialidad o el regionalismo, la cosa se complica aun más.
Una vez que los dichosos resúmenes llegan a la Asociación Estatal, el compilador - que tiene que ser también un experto en jeroglíficos -, hace lo que puede con lo que le envían y así, a medida que va transcurriendo el campeonato, los numeritos están cada vez mas alejados de la realidad.
Y que conste que estamos suponiendo que el compilador oficial sabe en realidad lo que esta haciendo.
Lo anterior es con relación al problema, porque en lo que se refiera a la probable solución, ésta es muy sencilla, tan sencilla como que la propia Asociación Estatal organice un cuerpo de anotadores oficiales, y después de unificar el sistema de anotación que habrá de utilizarse – actualmente hay tantos sistemas como anotadores improvisados – y de una o varias clínicas impartidas por un experto en la materia, proceda a enviar un anotador oficial a cada una de las plazas donde cada fin de semana se desarrolla el torneo estatal, así como envía a los famosos delegados, que muchas de las veces sirven para maldita la cosa, porque casi siempre se convierten en costosos supervisores de la taquilla, importándoles un bledo lo que ocurre en el terreno de juego.
De otra manera, mientras no se tomen cartas en el asunto, seguiremos escuchando cada año los lamentos de los peloteros que se sienten atracados por los numeritos oficiales, y la pelota estatal seguirá viendo mermadas su seriedad y credibilidad, porque no hay que perder de vista que, como lo dijimos al principio de esta colaboración, el beisbol es tan especial que su historia se escribe con números, lo demás son arrimadijos.
Hasta la próxima.